martes, 3 de noviembre de 2009

Un país sensacional

He crecido escuchando que me había tocado nacer en un país casi perfecto.
Teníamos todos los climas, no eramos como los europeos o los norteamericanos porque sabíamos ser familieros, amigueros, solidarios, cálidos y muchas cosas más.
Supe escuchar que este país era rico por donde se lo mirara, que si se tiraba una piedra en la tierra crecía una planta y otras maravillas por el estilo.
Teniendo en cuenta todos estos detalles no era extraño pensar que la Argentina era un país sensacional y así fué que un día un ministro del gobierno reafirmó esta idea al decir que aquí no había más que una "sensación de inseguridad".
Posiblemente no llegué a escuchar la declaración completa (y de ser así pido disculpas por el error) pero creí comprender que entonces también era un país con una inseguridad sensacional, que dicho de otra manera menos política sería como decir que nos estaban bajando como a las latitas en una kermesse y por cualquier motivo.
Miré hacia los costados para ver si era la única que descreía de tanta gloria y me encontré con que también teníamos una presidente sensacional y a tal punto lo era que figuraba en todos lados pero no atendía en ninguna parte.
A veces creo que todo lo que está pasando últimamente es una pesadilla pero no como las de la peli donde aparecía Freddy Krueger sino una de esas donde cuesta despertarse y si lo logramos nos quedamos sin aire durante un buen rato.
Básicamente no soy miedosa pero en estos últimos meses he logrado un cúmulo de pequeñas paranoias que nunca antes había tenido y eso me preocupa.
Creo que es la primera vez que temo por mi vida en cada esquina y cuando me topo con desgracias ajenas, cuando veo en la televisión que a un chico de dieciocho años lo mató alguien de su edad o a un deportista lo baleó una criatura de quince siento ganas de llorar por miedo e impotencia.
Trato de encontrar un atisbo de decisión por parte del gobierno para ponerle freno a toda esta locura y como nadie hace nada llego a desear que le sucedan cosas espantosas a todos aquellos que están encargados de cuidarnos.
En más de una ocasión me encontré encendiendo la televisión con ansias de encontrar la noticia dorada del otro lado de la pantalla, aquella que me diga que en medio de un intento de robo le dispararon en el brazo o en la pierna a algún familiar de la presidente o del ministro de seguridad para que les duela y de esa manera pongan las leyes en regla, agarren a los jueces del cuello y les pidan un poco más de creatividad para interpretarlas.
Ultimamente me pregunto cientos de veces por día cómo puede ser que la presidente tenga la sangre tan fría, cómo puede ser tan indiferente como para seguir mirando para otro lado y negando una realidad tan aplastante.
Pero como dijeron alguna vez allá lejos y hace tiempo..."cada pueblo tiene el gobierno que se merece" y si tenemos un gobierno manso es porque somos un pueblo de idénticas características, un pueblo que solamente se le atreve a un presidente cuando éste osa meternos la mano en el bolsillo, porque está más que probado que a los argentinos nos pueden hacer de todo menos quitarnos el billete.
Estoy en un momento de mi vida en donde no quiero escuchar el más mínimo atenuante que justifique los actos delictivos que llevan a cabo los pendejos que salen de caño todos los días.
No me interesa recordar que nacieron en lugares donde la oportunidad de tener una vida mejor se les negó desde pequeños porque en ese mismo lugar y bajo esas mismas condiciones nacieron muchos otros que no decidieron salir a robar y matar por unas monedas para comprar falopa.
Me importan un cuerno los atenuantes que puedan esgrimirse a su favor porque cuando un borrego delinque una y otra vez es porque la tiene clara, porque sabe que nadie puede pararlo y se ceba, termina siendo un depredador que huele sangre, segrega saliva y no para hasta ver a su víctima derrotada.
Desde arriba se justifican diciendo que los reformatorios están hasta las manos y que no pueden mandarlos a la cárcel porque saldrían peor de lo que entraron y me pregunto: ¿se puede hacer algo peor que plantarse frente a un ser humano y dispararle a quemarropa en la cara?.
Ayer, antes de ayer, hoy y seguramente mañana seguiré sintiendo que estamos jodidos pero tal vez no importe demasiado porque vivo en un pais sensacional y esto que me pasa no es màs que una de las tantas sensaciones que nos gobiernan.

2 comentarios:

Angelina 2.0 dijo...

Después de leerte me vinieron recuerdos de cuando era chica, a principios del los ´80... jugaba en la calle con mis amigos hasta las 22 hs. y si bien de vez en cuando venía algún papá para ver si estábamos bien, nunca tuve miedo que pasara algo malo... en parte por la inconciencia de la pubertad, pero también en parte porque todavía se podía vivir, al menos en Rosario.
Ahora, no me animo a los barrios pasadas las 18 hs...

Unknown dijo...

Angelina: Viste? es tremendo como pasan los años y uno se vuelve paranoico con cosas que poco tienen que ver con nuestro carácter.